viernes, 17 de diciembre de 2010

Franco, Stalin, Antonov-Ovseenko y los judíos


Las naciones, en contadas ocasiones han sabido separar entre la actividad que llevan a cabo unas pocas personas y la que realiza el resto mayoritario de una determinada etnia o minoría.
La radicalidad de algunos judíos que intentaron trocar la Europa cristiana de las naciones por otra comunista e internacionalista, no tiene nada en común con la ejecutoria de la mayoría de judíos, que sufrieron una represión asesina por parte del nacionalsocialismo.
El nacionalsocialismo de Adolf Hitler no distinguió entre estos dos citados grupos. La España Nacional sí los diferenció en aquella época, años 30 y 40 del siglo pasado, cuando naciones europeas que también pudieron tomar esa misma determinación no lo hicieron. Inglaterra y Suiza destacaron en esta postura negativa.
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.............. ..............Algunos judíos en la guerra civil española
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El ABC, editado en Sevilla, del 14 de octubre de 1938 publicó un editorial titulado: "El judaísmo aliado de la anti-España".
Fue divulgado una vez que se marcharon de España los combatientes extranjeros, muy a pesar de Stalin y Juan Negrín, según una disposición del "Comité de No Intervención". Entre esos voluntarios foráneos estaban los componentes delBatallón Lincoln, o Brigada Lincoln, conformado en su mayoría por judíos comunistas estadounidenses. Sin embargo, el mayor número de judíos combatientes lo aportó Polonia; estando todos ellos encuadrados en las Brigadas Internacionales.
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La fecha de la publicación es también posterior al mitin celebrado el 21 de agosto de ese año en el Madison Square Garden de Nueva York, con la doble finalidad de denunciar la política hitleriana con los judíos y de encauzar la opinión pública norteamericana en favor del gobierno estalinista del Frente Popular, el nacido el 16 de febrero de 1936, en su lucha con la España nacional.
El artículo de ABC explicaba:
" (...) El hebraísmo mundial está en España al lado de los bolchevistas de Barcelona (...) puso al servicio de los rojos todo su poderío, todo su oro, toda su enorme influencia en las organizaciones sectarias del mundo entero y en los internacionalismos revolucionarios y demoledores.
Millares de judíos afluyeron de las cinco partes del mundo en socorro de los rojos. (...) Judíos comoRosenberg, Kleber, Klzof y el general Leonido y los coroneles Filipendo, Tchetfchenko, Grigorief y Nikolas (...)
Judío era también Antonoff Aveseenko, ex cónsul ruso en Barcelona que se adueñó de la voluntad de Companys, asistía a los Consejos de Ministros, controlaba todos los actos del Gobierno rojo, organizó la checa en Barcelona, suprimió a los jefes anarquistas y se erigió en verdadero dueño del país hasta que, después del desastre rojo en Teruel, fue llamado a Moscú y ejecutado como lo que era: un judío convertido en el más sanguinario de los animales.
La Organización Sionista Internacional prestó su ayuda eficazmente a los agentes marxistas en el extranjero y organizó en todo el mundo oficinas de reclutamiento, dirigidas por judíos, como esos miserables Piet y Emil Ackerman, que murieron más tarde en el frente de Madrid mandando una brigada de judíos belgas".
El artículo terminaba con una arenga, algún exceso propio de las circunstancias de la guerra y un recuerdo a los Reyes Católicos.
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El ucraniano Vladimir Antonov-Ovseenko, o Antonoff Aveseenko, participó en las revoluciones de 1905 en la Rusia de Nicolás II. Se dio a conocer en el mundo por ser el dirigente que llevó a los voluntarios de la marina y el ejército de tierra a la toma del Palacio de Invierno en la Revolución de Octubre, en San Petersburgo.
Desde esas fechas provenía sus buenas relaciones de amistad y poder con el también judío y ucraniano León Trotsky, quien le confió el Ejército Rojo que combatió, con éxito, en Ucrania para que esta nación se convirtiese en una República Socialista vinculada con Moscú.
En los primeros días de nuestra guerra civil,Stalin le nombró cónsul general destacado en Barcelona. Tras los sucesos de mayo de 1937, en los que Ovseenko justificaba la lógica postura de Largo Caballero con respecto a los anarquistas y al POUM, y la derrota en Teruel fue llamado a Moscú, donde se le acusó de ser troskista (Stalin ya había roto sus relaciones con Trotsky) y de la mala evolución militar en España. Se le condenó a ser fusilado.
El general Leónidas Eitingon, alias "Leonido", fue enviado por Stalin a España para cooperar militarmente con el general húngaro Erno Gerö (alias "Pedro", quien fue colaborador de Bela Kun en la revolución comunista húngara, al finalizar la Gran Guerra) y para dirigir los servicios de información. Él fue la persona que diseñó el asesinato de Trotsky en México. Su relación con la familia comunista catalana Mercader valió para que Ramón fuese el elegido para acabar con la vida de Trotsky. Leónidas fue también "depurado" y ejecutado por orden de Stalin.
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Marcel Rosenberg fue nombrado por Stalinembajador en Madrid, incorporándose al cargo a finales de agosto del 36. Organizó con el gobierno de Largo Caballero la ayuda militar y armamentística de la Unión Soviética con cargo a las reservas de oro del Banco de España. En 1937 fue "depurado" y, se cree, ejecutado. Jacobo Gaikis sustituyó a Rosenberg en la embajada española.
El judío bielorruso Alexander Orlov fue el principal responsable de la represión de mayo de 1937 en Barcelona, de la captura y asesinato de Andrés Nin y de la defenestración de Largo Caballero, y más tarde de Indalecio Prieto. Para llevar a cabo todos estos actos daba las instrucciones precisas al Partido Comunista de España, siendo José Díaz y Jesús Hernández sus interlocutores más válidos. Llamado por Stalin a Moscú en 1938, huyó dirigiéndose a Canadá en primera instancia.
Emilio Kléber fue el comandante en jefe de la XI Brigada Internacional que luchó en Brunete y Belchite. Dirigiendo las Brigadas Internacionales jugó un papel importante en la defensa de Madrid, en las batallas dadas en sus proximidades. Poco tiempo después de la retirada de las Brigadas fue condenado a trabajos forzados hasta su muerte, tras una de las "purgas" ordenadas por Stalin.
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.............................El nacionalsocialismo, Europa y los judíos
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No justifica el enorme odio de los nacionalsocialistas hacia los judíos el hecho de que Karl Marx fuese judío y el que un movimiento marxista radical dirigido por los judíos Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg, en otoño de 1918, en Alemania intentara establecer una Dictadura del Proletariado y una República Socialista Libre, conforme proclamó Liebknecht cuando asaltó el Palacio Imperial berlinés (1). La reacción conjunta de socialdemócratas y nacionalistas logró anular esta sublevación en un momento muy delicado en la vida del pueblo germano. Tampoco justifica la animadversión el hecho de que otras sangrientas revoluciones dirigidas por judíos, en meses posteriores a la derrota alemana en la Gran Guerra, se comprometiera el futuro cultural y económico de la nación alemana.
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Según Julio Caro Baroja en su obra "Los judíos en la España moderna y contemporánea", el odio a los judíos rememoraba pasadas hostilidades oficiales y populares. Se compendiaba el antisemitismo tradicional y cultural en cuatro motivos principales, atendiendo a características de los judíos que marcaban las diferencias con el resto de la población cristiana:
a) Razones religiosas, en las que se incluye el asesinato de Cristo.
b) Cuestiones económicas: usura.
c) Causas sicológicas: inteligencia particular, soberbia.
d) Características físicas: barbas, nariz grande, carácter ingrato, traidor, cobarde, mentiroso".
Caro Baroja explica que estas manifiestas discrepancias las sentían las
gentes cristianas del medievo. Estas divergencias, unidas a la ignorancia y al sectarismo, no exento de racismo, de aquellos tiempos dieron lugar, en Europa, a gravísimas injusticias con los judíos.
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Italianos y suizos echaron la culpa de la peste negra de 1348 a los judíos, estando el origen de la agresión en Toledo, lugar donde se inventó el pertinente veneno, según el bulo popular que se extendió tan rápido como la peste. El exterminio de esta etnia comenzó en la región del lago Leman y continuó por otras muchas ciudades de Europa Central. El papa Clemente VI, en Avignon, condenó los masivos asesinatos.
En España, la matanza de judíos alcanzó su grado máximo en 1391; y con hostilidad oficial y popular se continuó, siendo reseñables la masacre realizada en 1449 en Toledo y el establecimiento de la Inquisición en 1451, motivado por la petición formulada por Juan II al Papa.
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En 1492, los Reyes Católicos redactaron un edicto de expulsión, aplicado a los judíos, dejando como alternativa la conversión al catolicismo y la integración con el resto, la mayoría de los españoles, con el sentimiento y voluntad de esa gran mayoría social, con los mismos derechos y deberes, sin formar un grupo aparte (conforme se comportaban) fuera de la unidad nacional cuando, dejada atrás la larga y oscura Edad Media, se estaba configurando con rapidez la Europa Occidental moderna de las naciones, la Europa del progreso, cultural y técnico. A raiz del edicto se generalizó la figura del judío converso.
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En aquella Alemania del nacionalsocialismo, después de la publicación de las antisemitasLeyes de Nuremberg de septiembre de 1935, se acrecentó la emigración de judíos alemanes, hecho iniciado con la llegada al poder de los nacionalsocialistas; siendo Albert Einstein el más destacado entre ellos. Los Estados Unidos de Norteamérica fue el país que recibió más emigrantes.
Y es que el nacionalsocialismo no sólo no dio la lógica oportunidad de integración a los judíos sino que los consideró muy inferiores, cuando las diferencia entre judíos y no judíos era, en comportamiento y radicalidad religiosa, pequeña. Sin embargo, todavía en 1935 Adolf Hitler se limitaba a expulsarlos, no los asesinaba a millones; el Holocausto no se avistaba.
El 9 de noviembre de 1938 se enterró al diplomático alemán Ernst von Rath, asesinado en la embajada de París por un judío polaco. Esa noche, "noche de los cristales rotos", inició un periodo de siete días en los que se asesinó a varias decenas de judíos, en Alemania, y en el cual se destrozó la casi totalidad de los negocios que éstos poseían.
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Poco tiempo después comenzaron las deportaciones de judíos a los campos de concentración de Dachau y Buchenwald conforme a la planificación dirigida por Joseph Goebbels y Reinhard Heydrich.
Años más tarde estos campos, y otros nuevos, se transformaron en instalaciones de exterminio después de que en julio de 1941 Hermann Göering encargara a Heydrich llevar a cabo la redacción de un proyecto de ley para la "Solución Final" al problema judío; ley que poco más tarde autorizó poner en marcha Heinrich Himmler. Ley conocida por "Aktion Reinhard".
Heydrich fue asesinado por guerrilleros en Praga en mayo de 1942. Goebbels se suicidó durante los últimos días de la guerra. (1)
La llegada y evolución de la Segunda Guerra Mundial, con el necio y visceral ataque de Hitler a la Unión Soviética de Stalin, fue acompañada de un brutal desarrollo antisemita en Alemania y sus dominios, que culminó en el Holocausto.
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.................... ..........Ayuda del régimen de Franco a los judíos
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El régimen del dictador Francisco Franco durante la Guerra Mundial, bien fuese por convencimiento o bien por agradar a EEUU (postura política que adoptaba conforme avanzaba la guerra) salvó de la deportación a los campos de exterminio a varias decenas de miles de judíos, a los que proporcionaba la documentación precisa para que fuesen considerados como españoles y se les ayudaba, además de llegar a España de origen Hungría hasta Francia, a pasar desde España a América, directamente o a través de Portugal; y a veces con destino Marruecos.
En cualquier caso, el régimen de Franco supo separar la idea del judío persona y la del judío comunista o masón. Estos dos grupos configuraron una minoría social, al fin y al cabo.
El agradecimiento de los judíos a Franco se recordó en diversos escritos o palabras dichas públicamente, así como en determinados actos.
El rabino Chaim U. Lipschitz, de Brooklyn, publicó en el Nesweek de febrero de 1970, lo siguiente:
"Tengo pruebas de que el jefe del Estado español, Francisco Franco, salvó a más de sesenta mil judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Ya va siendo hora de que alguien dé las gracias a Franco". Lipschitz escribió el libro: "Franco, Spain, the Jews and the Holocaust".
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En parecidos términos de elogio se expresó von Mühlen en su "Huida a través de España y Portugal" y Enrico Deaglio en su "La banalidad del bien", "La banalita del bene"; obra que narra las peripecias del comerciante italiano Giorgio Perlasca en el consulado español de Budapest para salvar la vida a judíos, sobre todo sefardís, apoyándose en el aparato logístico ya existente a tal efecto en los últimos meses de la administración proalemana del regente Miklós Horthy.
The American Shepardi Federation, ASF, en un artículo escrito en su publicación oficial al morir Franco recordaba que cuando éste recibió al entonces todopoderoso Hitler en la frontera de Hendaya, octubre de 1940, "se negó a satisfacer cualquiera de las peticiones de Hitler, incluida la entrada en vigor de cualquier legislación anti-judía", y que "a principios de 1945 Franco permitió a la Agencia Judía que actuara en territorio español para facilitar la inmigración ilegal a los supervivientes de los campos de concentración a Palestina, donde por entonces los británicos impedían la emigración judía".
Y después de relatar otras muchas y buenas relaciones entre la España de Franco y la comunidad judía, concluía:"En el Sabat Vayislah, 22 de noviembre de 1975, los coeditores de "The American Sephardi" acudieron a rezar un responso por el alma del generalísimo Francisco Franco ante el arca de la histórica Sinagoga Hispano-Portuguesa de Nueva York por la ayuda que prestó a los judíos durante la Guerra Mundial".
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Golda Meir se expresó con estas palabras: "el pueblo judío y el Estado de Israel recuerdan la actitud humanitaria adoptada por España durante la era hitleriana". Otros dirigentes de Israel se manifestaron con palabras parecidas.
Y el hecho es que en las sinagogas de EEUU, ¿hasta cuándo?, se conmemora el día de la muerte de Franco, 20 de noviembre, con un responso en su memoria. Homenaje y recuerdo de aquellos judíos que lograron salvarse del antisemitismo nacionalsocialista gracias a la actuación de España, de los españoles, desde Franco a los cónsules y personal de embajada, destacando entre ellos Ángel Sanz-Briz, que fue un joven combatiente en los entonces recientes campos de batalla españoles.

¿Sabías que Franco salvó a unos 60.000 judíos del Holocausto nacional socialista?


Cuando se habla de Franco y los judíos, lo que más se suele oír es aquello de “la confabulación judeo - masónica”, mientras se oculta o se olvida que Franco fue el gobernante que más judíos salvó de morir en los campos de concentración y las cámaras de gas socialistas nacionalistas alemanes.
El número de judíos salvados por el gobierno de Franco varía entre los 40.000 y los 300.000 según las fuentes, siendo difícil conocer la cifra exacta, pues al ser operaciones secretas y clandestinas no se llevaba un registro.
Dos de los casos más conocidos son los del diplomático español Sanz Briz, y los de la cafetería Embassy.
Como explica Aquilino Duque en su blog: “A finales de 1943, cuando la “solución final” estaba en marcha, el Ministerio de Asuntos Exteriores español ordenó a los diferentes consulados españoles que volvieran a conceder pasaporte o tarjeta de nacionalidad a los sefarditas que estuvieran o hubieran estado inscritos como tales en nuestras representaciones, aunque la hubieran perdido por falta de uso.

En la primavera de 1944 se ordenó que se aceptara como sefardita a cuanto judío solicitara nuestra protección, haciéndolo de manera que la documentación proporcionada contuviera una contraseña capaz de permitir su anulación cuando fuera necesario, una vez terminada la guerra. Fueron estas instrucciones las que motivaron o permitieron la actuación de Ángel Sanz Briz en Budapest, quien las interpreto y amplió con generosidad y suma eficacia.”

Sanz Briz explicó en el libro "España y los Judíos", de Federico Ysart, como logró la documentación necesaria para salvar a miles de judíos. Lo hizo consiguiendo visados para 200 judíos sefarditas, lo cual le sirvió para expedir todos los visados que necesitó, siempre con un número inferior a 200. También alquiló diversas casas a las que denominó “Anejo a la Legación Española”, en la que se refugiaron miles de refugiados, y a las que no podían acceder los socialistas nacionalistas, por la condición diplomática de dichas viviendas. Cuando Budapest iba a ser tomada por los socialistas soviéticos Sanz Briz fue llamado a España, pero su labor fue continuada por Giorgio Perlasca, fascista italiano que había luchado en España, en el bando franquista, y que se hizo pasar por el nuevo cónsul español para poder seguir salvando judíos, hasta que llegaron los socialistas soviéticos e impusieron sus conocidas medidas de represión y genocidio.

Se calcula que entre Sanz Briz y Perlasca salvaron la vida a unos 5.200 judíos. En reconocimiento a su heroicidad el estado de Israel les concedió el título de “Justo entre las Naciones” . A Sanz Briz, en 1994 el gobierno húngaro le concedió a título póstumo la Cruz de la Orden del Mérito de la República Húngara, y el gobierno de España le concedió destinos de primero orden como diplomático. Fue el primer diplomático español que apareció en un sello de correos de España
El salón de té Embassy, en el Paseo de la Castellana de Madrid fue otro de los lugares a través de los que se articuló toda una red de evacuación de judíos. La cafetería estaba regentada por una galesa llamada Margarita Taylor, y la red estaba coordinada por el agregado naval de la Embajada Británica, Alan Hillgarth, y dirigida por el Servicio de Inteligencia Británico, el MI6. Y uno de los más activos
colaboradores era el médico español de derechas que trabajaba en la Embajada Británica, Eduardo Martínez Alonso, y su mujer, Ramona.

También jugó un papel muy importante el banquero y naviero Juan March, propietario de la compañía Transmediterránea, y que había sido uno de los principales colaboradores de Franco durante la guerra (hay quien opina que sin su colaboración habría sido imposible que Franco ganase la guerra), y algunos frailes capuchinos. Sobre los integrantes de la red Patricia Martínez dice: “Siempre gente de derechas, para evitar recelos”. Había 16 rutas de huída, siendo una de ella la que iba de los Pirineos a Miranda de Ebro, y de allí a la finca del Doctor Martínez
en La Portela, Vigo, desde donde abandonaban España en barcos de pescadores rumbo, generalmente, a Portugal. Por estas acciones el Doctor Martínez fue condecorado por el gobierno polaco y el británico (Medalla del Mérito al Valor, en 1945), y en 2007 Israel le concedió el título de Justo entre las Naciones.

También merece ser recordado el agregado de la embajada española en Berlín, José Ruiz Santaella realizó numerosas acciones para lograr salvar la vida de numerosos judíos.


Pero estas no fueron actuaciones excepcionales o anecdóticas, sino la tónica general del gobierno de Franco, que desde el principio de la II Guerra Mundial decidió hacer todo lo posible por salvar al mayor número de judíos posible. En 1940 concedió el visado a innumerables judíos, y partir de 1942, sobre todo tras el relevo de Serrano Suñer, se llevó a cabo la entrega sistemática de pasaportes y
visados a judíos sefardíes (aunque muchos no eran sefardíes, pero se les aceptaba como si lo fuesen para lograr salvar sus vidas). Además el gobierno de Franco nunca devolvió a los alemanes a ningún judío que hubiese logrado entrar en España, aunque hubiese sido de forma clandestina.
Esta ayuda de Franco al pueblo judío ha sido y sigue siendo agradecida y reconocida por muchos judíos. Por ejemplo, Enrico Deaglio dice en su libro "La banalidad del bien": “Si bien el papel de la España franquista en las operaciones de salvamento de los judíos europeos ha sido silenciado casi del todo, fue decididamente superior al de las democracias antihitlerianas. Las cifras varían entre 30.000 y 60.000 judíos liberados del holocausto.” Así mismo, afirma el señor Duque que “Francisco Franco tiene su nombre en el Libro de
la Vida. Y con letras de oro. En las sinagogas de EE.UU. todos los 20 de noviembre se pronuncia un responso o “kadish” en memoria del hombre que libró a tantos hebreos del holocausto.”

franco


Franco y los judíos

Pedro Schwartz

Corría el año de 1943. Mi padre era el cónsul de España en la Viena ocupada por los nazis y vivíamos encima de la cancillería, en el palacio que ahora alberga nuestra embajada. Acudía yo a un colegio de lengua alemana del que era el único alumno español. No puedo borrar de la memoria algunos de los horrores que ese niño de pocos años veía al ir y venir de sus clases: ancianas mujeres judías, con la estrella de David al pecho, barriendo las calles nevadas; en el parque, los bancos del parque para judíos señalados con la estrella infamante en el respaldo; los famélicos israelitas pidiéndome comida a hurtadillas. Todo ello me parecía obra de los mismos hitlerianos sin Dios que, presos de fervor neopagano, interrumpían la misa con blasfemias. Menos que nada olvidaré nunca las colas de judíos, fuera y dentro del edificio, a la espera del pasaporte y el visado que les permitiría huir a España. Algunas mujeres angustiadas me entregaban sus joyas para que se las diera a mi padre, con la esperanza de incitarle a que les concediera el documento salvador: él se las devolvía con el mensaje tranquilizador de que España les acogía.

Siempre me ha sorprendido la ayuda que Franco prestó a los judíos perseguidos por el nazismo. No se le caían de la boca las condenas de la conspiración judeo-masónica que, estaba convencido, hacía peligrar el ser de España. Sin embargo, ya durante la Guerra Civil, Franco y sus ministros dieron instrucciones a los representantes consulares de España para que protegieran de la discriminación y la expropiación a los sefardíes de los territorios que iban cayendo bajo el control de los alemanes. Tras la caída de Francia en 1940, el falangista Serrano Suñer concedió visados a numerosos judíos askenases, que así salvaron la vida; y a los que conseguían atravesar la frontera, les daba salvoconducto para que pudieran pasar a Portugal y América. Cuando Hitler, a partir de 1943, puso en marcha la solución final, la entrega de pasaportes españoles a los judíos de habla castellana en los consulados de la Europa ocupada se tornó sistemática. De resultas de esta política humanitaria salvaron la vida de 46.000 a 63.000 judíos o quizá más. ¿Quién decidió que los sefardíes eran españoles? ¿Cómo cuadraba la poca simpatía por los judíos en la España oficial de aquellos tiempos con una política tan discorde de la del amigo alemán?

Don Luis Suárez Fernández, en su obra sobre Franco y la Segunda Guerra Mundial, aclara el origen de la providencial disposición que hizo de todos los sefardíes súbditos españoles en potencia. Suprimido en 1923 el régimen especial que protegía a los cristianos y judíos en territorio turco, el general Primo de Rivera sometió a la firma del rey Alfonso XIII en 1924 un decreto ley que permitía a los sefardíes que lo quisieran inscribirse como españoles en cualquier consulado o embajada, sin más condiciones o limitaciones. Publicadas las leyes antiisraelíes de Nu-remberg por los nazis, los representantes españoles en Alemania, y luego en Austria, los Balcanes y Grecia ocupadas, hicieron gestiones para que los sefardíes que tuvieran pasaporte español se libraran de llevar visible la estrella y de pagar los impuestos confiscatorios asignados a los judíos por las autoridades alemanas.

La creciente dureza de la persecución hizo evidente que ya no bastaba con insistir en la posición legalista de que España no admitía que se conculcaran los derechos de sus súbditos. A partir de 1942, sobre todo tras el relevo de Serrano Suñer, comenzó una política sistemática de concesión de pasaportes y visados para permitir la huida de los perseguidos. Además, todos los comentaristas e historiadores subrayan que nunca fue devuelto a las autoridades alemanas ningún judío de los que conseguían entrar en España incluso clandestinamente.

Para que una actitud de mera defensa de la soberanía exterior de España se convirtiera en la política humanitaria aplicada por cónsules como mi padre en Viena o los residentes en Budapest o en París, era condición necesaria que el Gobierno de Madrid no quisiera poner en obra una decidida política antisemita. Ayuda a entender la posición española el discurso que la jefa de la Sección Femenina de la Falange, Pilar Primo de Rivera, pronunció en Viena en diciembre de 1942, con mi padre entre el público: Queremos dejar bien sentado -dijo la hermana de José Antonio- que nuestra oposición al judaísmo envolvería, en todo caso, un sentido estrictamente político, económico y social, y no una oposición por razones de raza o religión. Esta idea de que el problema judío podría significar dificultades políticas pero nunca raciales la expresó Franco en su mensaje de Fin de Año de 1939 cuando, refiriéndose a las medidas de expulsión de los Reyes Católicos, dijo que hace siglos que nos liberamos de tan pesada carga.

Un día mi padre, monárquico afecto al régimen de Franco, me relató con horror que el gauleiter de Austria le había anunciado la solución del problema judío en Viena: todos los israelíes iban a ser deportados de inmediato. Así fui aprendiendo la detestación de todo lo que signifique persecución en nombre del idioma, la religión, la raza, la nación o la historia.

Relata Luis Suárez que, dos días después de la muerte de Franco y ante el arca de la Sinagoga de Nueva York, el rabino hizo ofrenda por el alma del general, porque ayudó a los judíos durante la Gran Guerra.